Planeta Cráneo


Hoy desperté igual que todos o casi... con el ruido del celular como música de fondo, mientras imagino casi instintivamente una tetera que silba a lo lejos, con una nube de humo que sopla por un extremo de aquel trasto.

Mientras hago un truco para sacar del letargo al calentador de agua, me rasco la cabeza y descubro un mundo rondando mi cráneo; a estas alturas desconozco si se trata de caspa o algún insecto. Confirmo mis sospechas: el jabón anunciado en la televisión no sirve o quizá tengo dermatitis.

La sola idea de tener pasajeros en el cráneo me hace pensar en sujetos pequeños iguales a mi, unos cuantos recostados sobre hamacas y otros tantos cobijados entre escamas de piel. Claro, son una versión a escala, pero eso no cambia mucho la historia.

Tras pensar unos minutos en el hecho de que soy un terreno habitado por vida inteligente, estoy en un dilema terrible: meterme al baño o convertirme en un ejemplo de misericordia para los pequeños habitantes de mi cráneo.

Mi mujer me grita que el baño ya debe estar listo y decido comenzar con el diluvio a escala; al fin que los pequeños habitantes de mi cabeza deben ser muy inteligentes y sabrán cómo arreglárselas.


Subo al Metro vestido a medias, mientras desayuno y me acomodo el cabello. La verdad, estoy algo preocupado por el residuo blanco que se esparce sobre mis hombros, tal vez sean las cenizas de aquel mundo que acabo de echar a perder, como sucede cuando trato de componer una computadora o cualquier otro electrodoméstico que caiga en mis manos; para ser sinceros, tengo muy presente el recuerdo de aquellos mini habitantes y por un momento, los imagino levantar oraciones en mi honor, como fieles creyentes que ruegan ante la catástrofe.

En su lugar, tal vez yo haría lo mismo que aquellos mini creyentes alojados en mis folículos pilosos y más o menos eso ocurre cuando me encuentro a media quincena, con solo $200 para sobrevivir a lo largo de 10 días. A pesar de ello, me inquieta la idea de aquellos seres igual de infelices y egoístas que de un momento a otro comenzaron a depredar  su planeta hecho con carne, hueso y cabello.

Quisiera patearle el trasero al idiota que viene ladrando con su amigo en el metro; el muy infame no me deja concentrar en mi Reflexión filosófica como creador de vida y divinidad de aquellos que me devoran. Para mi suerte, estas criaturas-feligreces se encuentran en una etapa menos desarrollada a la que vivo y estimo que tal vez no han inventado todavía la combustión interna, porque seguramente ya todos tendrían su automóvil y me habrían intoxicado como si fumara 3 cajetillas al día.

Imaginar que los pequeños hijos de mi carne viven en una etapa similar al Renacimiento o la Ilustración me deja algo confundido, quizá porque muchos ya han dejado de creer en Dios y al mismo tiempo, aquella pequeña humanidad está por alcanzar uno de los momentos de mayor desarrollo.

Me pregunto quizá si entre todos aquellos seres hechos con mi materia existió alguna vez una Eva y un Adán; a lo mejor eso hubiera despejado las dudas acerca de la creación, porque sería como una versión a escala del mundo, una ventana en pequeño acerca de lo que pasó en nuestra tierra desde hace miles de años. Y si así fuera, también estaría triste, por esa mini humanidad que ha descargado su ira contra mi hijo con poderes sobrenaturales, quien murió crucificado en la parte occidental de mi cabeza escamosa, justo cuando me despertaba; ahora que lo pienso, el reciente baño pudo ser el momento preciso de la tormenta apocalíptica tras la muerte de mi Jesús microscópico, como sucede en todas las películas religiosas, durante las cuales se desata una tromba descomunal después de que el mártir respira por última vez.




Si lo vemos fríamente, mis bichos son una mini humanidad tan asquerosa, destinada a la autodestrucción y tan parecida a la que vivimos en escala real; en ese caso, merecen un holocausto antes de que terminen como nosotros sus Dioses, con una carga de intolerancia, odio y complejos de inferioridad que nos mantiene atrapados en guerras ridículas desde hace siglos, tratando de imponer nuestros conceptos de paz o de una vida civilizada.

Me pregunto si el mini Marx స será capaz de cambiar las cosas, si podrá renunciar a su biblia comunista que solo aumenta el peso sobre mi cráneo y en sustitución se dedique a mejorar el mundo con un discurso práctico contra el mundo capitalista. Ojalá que las cosas allá arriba de mis cejas todo fuera diferente; no lo sé, tendría que echarme el volado ¿y esperar que realmente estos micro-humanos sean mejores a nosotros?

Al llegar a casa, una fuerza en mi interior me hace abrir el grifo de agua caliente y resucitar el calentador de agua como a mi vástago con superpoderes; sin embargo, en esta ocasión, la tormenta de mi cráneo irá aderezada con una bomba de azufre que arrasará con todo, incluidos esos seres pequeñitos con los que ya me había encariñado.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La muerte es una gran hija de puta

El Catrín

Vandalismo mental