La muerte es una gran hija de puta

Es un ente de lo más violento: nos atrapa a todos sin esperarlo, siempre es una sorpresa para el fuerte, para el débil, para el rico y también para el pobre.

No es lo mismo que una estúpida pelea de novios, o un enfrentamiento a golpe limpio, ella es implacable y arrasa con todo, convirtiéndonos en una masa de minerales, tejidos y materia inerte.

Tal vez existan advertencias y señales de amenaza, pero nunca viene a decirnos "TE vas a morir", simplemente viene por nosotros y en un dos por tres hace gala de todo su fascismo, peor que cualquiera de los más temidos mortales; nos parte en dos nuestra posibilidad de elegir: "todo acaba algún día y te chingas, no hay más remedio". Y a fin de cuentas, todos caeremos a sus pies.

Ahí estamos, metidos en el tambor de un revólver, a la espera de una detonación que nos llevará muy lejos. Tal vez después de un rato, le miremos con un poco menos de odio y temor, a fin de cuentas, nos ha enseñado que la vida es un instante al que debemos guardarle honores: el futuro se aligera de su carga y se convierte de buenas a primeras en algo tan terrenal como las cenizas, nos da licencia para hacer de las nuestras, mientras el seguro fin va invadiendo nuestras vidas para darnos una emboscada el día menos pensado.

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