El semáforo loco

Dejamos a un lado la barrera que otros días nos tapaba los ojos: tú con tu patético orgullo, yo con mi impasibilidad, haciéndonos tontos, pudiendo saberlo y con miedo de querernos, enterarnos de una buena vez y gozar de la vista de la Luna Menguante.

Un momento nos miramos a los ojos, mientras esperábamos el verde del semáforo; tú escogiste el asiento junto al conductor, y yo, aferrado al volante de goma verde con pelitos azules.

El tiempo se detuvo entonces: mis ideas volaron hasta llegar a la luna; colgadas de su sereno cuerno, accionaron el interruptor de las instantáneas estelares.

Tuvimos poco tiempo para respirar, sin embargo, aquellos instantes fueron eternos, iluminados entre oscuridad y luz -en penumbra-, dibujadas nuestras sombras con el haz del semáforo en rojo: mis manos avanzando tímidas por tu cuello, mis labios y los tuyos rozando nuestros cuerpos.

-Una foto te roba parte de tu alma
Rápidamente, te acicalabas el cabello y salías del coche, pero en un instante te detuve del brazo, dejando la frase a la mitad: "Esta vez no me conformaré con otra foto".

Cerraste la puerta y nos besamos de nuevo, detenido el semáforo en rojo y congelados nuestros relojes; esta vez dejémonos disfrutar de aquella instantánea cósmica.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La muerte es una gran hija de puta

El Catrín

Vandalismo mental